El Mundial de fútbol más polémico de la historia ya tiene fechas. Se celebrará en Catar entre noviembre y diciembre de 2022, disputándose la final el 18 de diciembre de ese año. Estamos ante el primer torneo mundialista no celebrado en verano y que durará 28 días. A falta de unos hipotéticos Juegos Olímpicos de 2024, el fútbol supondrá la traca final deportiva de Catar. Los jeques habrán disfrutado de los Mundiales de balonmano (2015), ciclismo en ruta (2016), gimnasia artística (2018) y atletismo (2019) antes de recibir al deporte rey. Los problemas y las sospechas solo se ciernen sobre el último Mundial. Precisamente, el primero en orden de importancia.
La FIFA ha tomado la decisión de que su gran evento se juegue en pleno invierno a sabiendas de que generará controversia. Lo ha hecho atendiendo sobre todo al problema del calor asfixiante del verano catarí. Entre mayo y septiembre se podrían alcanzar los 50 grados de temperatura ambiente, lo que convertiría en todo un riesgo la práctica deportiva de alto nivel en Catar. Apoyado por los expertos, el ente presidido por Joseph Blatter también se escuda en que los últimos meses del año son aquellos en los que los futbolistas se encuentran en un mejor estado físico. Por lo tanto, no llegarían cansados a una cita tan exigente corporal y mentalmente como la Copa del Mundo, que gozaría de un mayor nivel competitivo. También sería importante no coincidir ni con los Juegos Olímpicos de Invierno (febrero de 2022) ni sobre todo con el Ramadán (abril), cuyo ayuno afectaría a las selecciones africanas y asiáticas de disputarse el Mundial en mayo-junio.
Sin embargo, los argumentos favorables a las nuevas fechas de Catar 2022 por parte de la FIFA y su entorno se vuelven contra sí mismos. Solo hace falta echar un vistazo al pasado. Ése en el que se dijo que el Mundial se jugaría en junio o julio y en estadios provistos de aire acondicionado. El mismo en el que se especuló con un traslado de la sede a Estados Unidos y Canadá por motivos de peso: la supuesta compra del evento por parte de Catar, la explotación a la que son sometidos numerosos trabajadores inmigrantes en el país o el terrorismo. Incluso se planteó posponer el torneo hasta 2023, algo que finalmente no pudo llevarse a cabo por dictamen de la ley. Todo debido, en palabras del mismísimo Blatter, al “error” que supuso conceder la organización del Mundial al país asiático.
Estas contradicciones se unen a la oposición rotunda de las ligas europeas: las más poderosas a nivel de jugadores y de riqueza y las más seguidas. Catar 2022 supondría un parón de dos meses en las competiciones domésticas y en la Champions League, que tendrían que empezar con antelación. Al contratiempo deportivo se le uniría el económico, mucho más importante en el mundo del fútbol. Los derechos audiovisuales de los clubes caerían en saco roto media temporada. Por eso, la Liga de Fútbol Profesional y la Premier League, entre otras, enviaron a la FIFA un informe en el que demostraban que el Mundial de 2022 podría celebrarse en verano. Los partidos se jugarían en mayo a partir de las 18:30 de la tarde. Un mes y un horario óptimos tanto para deportistas como para aficionados locales. El calor dejaría de ser un inconveniente entonces.
Los ‘peros’ no acaban aquí y vuelven a residir en el tejado de la propia FIFA. ¿Qué pasará con tres competiciones de la talla de la Copa Confederaciones 2021, el Mundial de Clubes 2022 y la Copa de África 2023? La primera carece de fecha y sede cuando ambas deberían coincidir con las de la posterior Copa del Mundo. La segunda siempre tiene lugar en diciembre, por lo que entraría en colisión con la disputa del Mundial, y la tercera se celebraría en enero de 2023, tan solo un mes después del campeonato. Demasiados quebraderos de cabeza acumulados para Catar 2022. Estando así a siete años vista, ¿cómo será la situación en la antesala de la cita?
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