Eterno Fernando Martín


El pasado 3 de diciembre se cumplieron 22 años del fallecimiento de Fernando Martín, la primera estrella mediática de nuestro baloncesto. Un pionero, un fuera de serie, un icono. El primer jugador del baloncesto español y uno de los primeros europeos en vestir una camiseta NBA; un mito de la sección de baloncesto del Real Madrid; un emblema de la mítica selección española de los 80; el primogénito de la saga de los Martín, tan pródiga en baloncestistas; un todoterreno en la cancha; uno más entre los Santana, Ballesteros, Nieto o Bahamontes, aquellos que ayudaron a construir la base de lo que es hoy el deporte español. Y, ante todo, un tipo humilde, como no dudan en afirmar aquellos que convivieron con él.

Tenía 27 años cuando ese maldito accidente de coche en la M-30 madrileña, en diciembre de 1989, acabó con su vida. Una vida a la que le quedaba mucho camino por recorrer y mucho baloncesto que ofrecer. 22 años después, Fernando sigue muy vivo en la mente y en el corazón de la afición española. El hashtag #eternofmartin10 fue ‘trending topic’ (término destacado) a nivel nacional en Twitter el 3 de diciembre, aniversario del fallecimiento del mítico 10.

 

Aquí tenéis dos artículos en homenaje a Fernando Martín. El primero fue publicado en la revista cultural online Jot Down por Rubén Uría, periodista de la cadena COPE. El segundo es el post que dediqué a Fernando en nuestro serial «Los dioses del deporte español«. Espero que disfrutéis leyendo ambas odas sobre la vida y milagros del gran Martín.

Fernando, Aquiles con el 10 a la espalda.

Los dioses del deporte español (III): Fernando Martín.

FOTO: Qué me dices.

VÍDEO: YouTube.

Los dioses del deporte español (VIII):Pau Gasol


Por fin llega a vuestras pantallas (de ordenador, móvil, tablet y demás dispositivos) una nueva entrega de nuestro serial sobre los mejores deportistas españoles de ahora y siempre, Los dioses del deporte español. El protagonista del artículo que viene a continuación es sin duda uno de los hombres más importantes del deporte de nuestro país en estos momentos, y el mejor jugador de baloncesto de la historia patria por méritos propios; hoy hablamos de la trayectoria de Pau Gasol.

El hombre que siempre quiso ganar

Quién les iba a decir a Agustí y a Marisa que su primer hijo, Pau, nacido el 6 de julio de 1980, llegaría tan lejos en el mundo del baloncesto. Seguro que cuando sus afortunados progenitores le tuvieron por vez primera entre sus brazos ni se imaginaban que su bebé llegaría a ser campeón del mundo y de Europa, de la NBA o de la ACB.  El más agudo de los vaticinadores no les habría convencido entonces de que su primogénito compartiría cancha y equipo con algunos de los mejores jugadores del planeta, ni de que llegaría a ser internacional representando a España en más de 100 ocasiones; también habría sido una quimera para ellos la posibilidad de que su hijo asistiera, como espectador y rival, a los últimos coletazos del más grande baloncestista de todos los tiempos. Sueños imposibles en ese momento que, con el tiempo, se hicieron realidad, dando lustre a la carrera deportiva del que sin duda es el mejor jugador que el entramado del baloncesto español ha dado a luz nunca.

Si un chaval de Primaria le dice un día, ni corto ni perezoso, a su profesor de Matemáticas que llegará a jugar con Michael Jordan, con los mejores, eso significa que tiene ambición. Y Pau fue ambicioso desde muy pequeño. En su infancia siempre hubo un lugar destacado para el balón y la canasta, sin dejar nunca de lado sus estudios. Jugaba al baloncesto por diversión y, en su periplo en el club baloncestístico de su colegio y en el Cornellá, filial del FC Barcelona, incluso llegó a plantearse dejar el deporte que tanto amaba (algo que volvería a sopesar en varias ocasiones posteriormente). Su juego presentaba muchos altibajos debido a su descomunal crecimiento y el hecho de que sus compañeros de equipo llevaran 2 años juntos antes de su llegada tampoco ayudaba demasiado. Aun así, Pau se sobrepuso a todo ello y logró destacar, llamando la atención de un Barcelona en el que también pasó malos ratos en un primer momento. Un entrenador muy duro de pelar y unos compañeros con mayor talento (entonces) que él no frenaron su deseo de triunfar en el gran club catalán, algo que consiguió tanto en categorías inferiores como en el primer equipo, con el que jugó su primer partido en 1998. Entre tanto, Gasol tuvo tiempo de vestir por primera vez la camiseta de la selección española en sus categorías de formación, siendo integrante de los equipos júnior campeones de Europa y del mundo en 1998 y 1999, respectivamente. Su confirmación como una de las grandes promesas del baloncesto patrio aún estaba por llegar.

Fue en el primer año del nuevo milenio cuando Pau Gasol demostró con creces que quería ser parte importante de la futura élite del baloncesto europeo y mundial. La Copa del Rey de Vitoria fue un aviso premonitorio de lo que ocurriría, precisamente, en el torneo copero siguiente (Málaga 2001). El espigado ala-pívot de 2’15 metros estaba dominando la ACB a su antojo, y en el torneo del KO no se reservó ni mucho menos. Ante los maravillados ojos de todos los asistentes al Martín Carpena malagueño, cuajó una actuación sensacional en los 3 partidos que disputó el Barcelona, destacando su actuación en la final, factor clave en la victoria azulgrana. Al triunfo en la Copa se unió, meses después, la victoria en el campeonato ACB (la inoportuna apendicitis que sufrió horas antes de la eliminatoria ante la Benneton de Treviso privó, muy probablemente, al FC Barcelona de clasificarse para la Final Four y hacerse con su primera Euroliga). Gasol tomó entonces una de las decisiones más importantes de su carrera deportiva: probaría suerte en la NBA, glorificadora de los grandes portentos del baloncesto planetario, pero también capaz de destrozar los más bellos sueños de grandeza. Comenzaba así, aunque él no lo sabía, una fulgurante carrera hacia el éxito, en la que sus ansias de victoria se verían más colmadas que nunca.

Antes de comenzar su ilusionante andadura en Estados Unidos, Pau tuvo tiempo de debutar con la selección española absoluta. Ya en su primer torneo con los mayores (Eurobasket de Turquía) demostró su ambición y su ardiente deseo de conducir hasta la gloria a un equipo español que acababa de salir de una importante crisis deportiva, con un bronce como premio final. Su llegada a Estados Unidos, habiendo sido elegido en el puesto número 3 del draft por Atlanta Hawks y traspasado posteriormente a Memphis Grizzlies, dio que hablar muy pronto. Un mate ‘in your face’ sobre Kevin Garnett fue el comienzo de todo. En sus primeros años en la liga, Gasol siguió a rajatabla la máxima de ganar por encima de todo y de todos. Fue Novato del Año, consiguió clasificar a Memphis por vez primera en su historia en los playoffs (con ninguna victoria en ellos con el mayor de los Gasol en sus filas, curiosamente éstas llegarían años después con otro Gasol en el equipo) y logró ser elegido para disputar el glamuroso y mágico All Star, donde sólo tienen cabida los mejores hombres de la NBA. Las alegrías y las decepciones también se iban turnando en sus presencias con la selección, alternando grandes torneos, con o sin premio (Eurobasket de Suecia ’03 y JJOO de Atenas ’04), con sinsabores (Mundobasket de Indianápolis ’02) y ausencias del equipo (Eurobasket de Serbia ’05). Pau siempre fue el gran referente de España en esas competiciones, pero la victoria, que fue denominador común de su vida deportiva en sus inicios como profesional, ahora le era esquiva. Y eso no gustaba en absoluto a Pau Gasol.

2006 fue el año en que todo cambió. No a nivel de clubes, cierto es. Pero sí a nivel de selecciones, un ámbito mucho mayor. Gasol ya había ganado varias medallas con la selección española, pero ninguna tan gratificante como el dorado oro. Un oro que significó el triunfo en todo un Campeonato del Mundo, que se dice pronto. El juego del equipo español en Japón ‘06 fue grandioso en todos los sentidos, pero si alguien sobresalió en aquel equipo opositor de las individualidades fue Pau. Su ausencia en la final ante Grecia (malditas lesiones) no fue motivo excluyente para que se llevara a casa un flamante galardón como mejor jugador del Mundial, el siempre cotizado MVP. En Memphis seguía cosechando triunfos individuales (primer All Star), pero no colectivos. La selección sí colmaba el ansia voraz de triunfos del ala-pívot español, aunque la motivación de Pau fuera exactamente igual en ambos conjuntos. Con la camiseta española vivió, precisamente, uno de los mayores disgustos de su carrera deportiva. Tuvo lugar en la final del Eurobasket ‘07, que se disputó en España. Tras un torneo irregular y con la presión que siempre hace mella de uno u otro modo sobre el equipo anfitrión, la selección cayó ante Rusia en un mal partido, con un final que pudo haber sido muy distinto. La caprichosa diosa Fortuna favoreció a los rusos e impidió que un lanzamiento de Pau Gasol sobre la bocina final que hubiera significado el triunfo de España entrara en las redes de la canasta contraria. El jugador franquicia del equipo nacional también era humano. Y como  tal, lloró aquella dolorosa plata amargamente.

No obstante, las aguas de la carrera deportiva de Pau Gasol no tardaron en volver a su cauce poco después. En febrero de 2008 Pau abandonaba Memphis tras unas últimas temporadas convulsas en cuanto a resultados y rendimiento (mermado por las lesiones) y aterrizaba en una de las organizaciones deportivas más conocidas del planeta, Los Ángeles Lakers, segunda franquicia histórica con más títulos de la NBA en su haber, que había dado fama y prestigio mundial a jugadores de la talla de Kareem Abdul-Jabbar, Earvin ‘Magic’ Johnson, James Worthy, Shaquille O’Neal o Kobe Bryant. La llegada del ala-pívot español supuso un cambio radical en el equipo afincado en tierras de Hollywood, que pasó de ser eliminado en la primera o segunda ronda de los playoffs a luchar por el anillo en un santiamén, renaciendo de sus lustrosas cenizas cual ave fénix. En su primer año como compañeros, la dupla Kobe Bryant- Pau Gasol llevó a los Lakers hasta las Finales NBA, sucumbiendo ante su enemigo íntimo, Boston Celtics. La historia mejoraría sobremanera en las dos temporadas siguientes. Pau Gasol se convertiría en 2009 en el primer jugador español en lograr un anillo de campeón de la mejor liga de baloncesto del mundo, siendo su asfixiante defensa sobre Dwight Howard una de las claves del triunfo final de los Lakers ante Orlando Magic. Él y Los Ángeles revalidarían corona en la siguiente temporada, venciendo a su otrora verdugo, Boston Celtics, en una serie que necesitó de un séptimo y definitivo partido en el que la actuación del jugador español fue trascendental. La sed de victoria de Pau Gasol se veía saciada de nuevo, y muy satisfactoriamente, algo que también se refrendó en sus actuaciones con la selección española, saldadas con una plata que supo a oro en los Juegos Olímpicos de Pekín ’08 y con el primer oro europeo de la historia del baloncesto patrio en Polonia ’09. Ambos campeonatos fueron muy especiales para Gasol: el primero de ellos demostró que España podía ganar a la temible selección de Estados Unidos en un partido de baloncesto; el segundo que, a pesar de las adversidades sufridas, nadie podía acabar con un grupo de jugadores unido por una causa común: la gloria.

Tras su ausencia en 2010, Pau Gasol regresa a la selección española este verano, y lo hace con fuego en sus ojos. Los Lakers no consiguieron conquistar el que hubiera sido su tercer campeonato NBA consecutivo, cayendo en las semifinales de la Conferencia Oeste ante Dallas Mavericks. La peor parte de la inesperada derrota se la llevó el ala-pívot natural de Sant Boi, que tuvo que soportar una incesante lluvia de críticas hacia su persona, siendo considerado el principal culpable del desastre. Por ello, el 4 de España desea olvidar la irregular temporada pasada que protagonizó. Ahora sólo piensa en una cosa, y no parará hasta conseguirla: el oro en el Eurobasket de Lituania. Le dan escalofríos pensando en unos Juegos Olímpicos (que bien podrían ser los últimos en los que él participara) sin el concurso de la selección española de baloncesto. La victoria es el único objetivo que contempla el mayor de los Gasol, su mente y su cuerpo estuvieron preparados para acometer tal desafío desde su primer minuto de vida.  El verbo ‘ganar’ siempre fue conjugado con suma facilidad por él.  Saberse vencedor era un premio, verse perdedor era un castigo.

Y es que, como el Cid Campeador, Pau Gasol nunca dará una batalla por perdida, nunca.  Por ello, será recordado hasta las postrimerías de la historia como el hombre que siempre quiso ganar.

Este artículo está incluido en la Guía Basketme Eurobasket 2011.

Los dioses del deporte español (VII):Severiano Ballesteros


Después de mucho tiempo, vuelve a Muchodeportivo una de nuestras secciones más emblemáticas y aclamadas, el serial Los dioses del deporte español, que versa sobre la vida y milagros de los mejores deportistas españoles de la historia. Hoy nos toca analizar la figura de un gran deportista que falleció hace no mucho tiempo, cuyo legado al mundo del deporte en general y al golf en particular permanecerá imborrable en nuestra memoria aunque pasen los años. Estamos hablando de toda una leyenda del deporte patrio, Severiano Ballesteros, uno de los mejores golfistas de la historia, triunfador en una época en la que el deporte español se encontraba a años luz de lo que es actualmente y valedor de un deporte que pasó de ser minoritario en nuestro país a gozar de un gran número de practicantes y de instalaciones de juego en España. 3 Open Británicos, 2 Masters de Augusta, 6 Ryder Cup y 5 Campeonatos del Mundo Match Play son los grandes alicientes de un palmarés brillante.

Entre campos y pastos

Severiano Ballesteros Sota (9 de abril 1957-7 mayo 2011) nació en Pedreña (Cantabria). Parece que el destino tenía reservado un papel destacado para el futuro golfista, ya que se crió desde pequeño en el ambiente idóneo para la práctica del golf: el campo. Además de ello, su padre, ganadero de profesión, era también jardinero del campo de golf de Pedreña y su tío, Ramón Sota, fue uno de los golfistas más destacados a nivel europeo en los años 50-60. Alentado por sus hermanos, que también practicaban este deporte, Severiano pronto comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del golf, siendo primero caddie, es decir, el ayudante y acompañante del golfista. Participó en su primer torneo a la tierna edad de 10 años y a los 12 llegó su primer triunfo. Un año después, ya demostraba unas habilidades innatas para la práctica del golf.

Era tal la pasión de Seve, como se le conocía cariñosamente, por tal noble deporte que aprovechaba todo el tiempo libre del que disponía  para practicarlo (casi siempre en la playa) e incluso se privaba de sus horas de sueño jugando a escondidas por la noche en el campo de golf de Pedreña. Antes de cumplir los 17 años decidiría hacerse golfista profesional, algo que ocurrió el 22 de marzo de 1974. Quedaría vigésimo en el primer torneo que disputó, un Campeonato de España absoluto. Al año siguiente vencería por primera vez en la categoría de los mayores en el Sub25 de España y su mayor éxito internacional sería un quinto puesto en el Open de Italia. Ballesteros comenzaba a dar muestras de su talento, pero lo mejor estaba aún por llegar.

Seve despega hacia el estrellato

1976 sería un buen año para Severiano Ballesteros, ya que obtuvo su primera victoria en un torneo internacional (Open de Holanda) y fue el gran dominador del circuito español, destacando el Campeonato de España absoluto que consiguió. Esa misma temporada disputaría su primera Copa del Mundo por Equipos, formando pareja con Manuel Piñero, siendo a la postre campeones del torneo. Ya comenzaba a ser conocido por la gente del mundillo, y más después de lograr un segundo puesto en el prestigioso Open Británico, uno de los torneos integrantes del Grand Slam golfístico, llegando a liderar el torneo durante tres días. En 1977 repitiría triunfo en el Mundial por equipos y comenzaría a gozar de gran reconocimiento en los dos países golfísticos por excelencia, Gran Bretaña y Estados Unidos, triunfando en torneos como Francia, Suiza, Japón, etc, siendo condecorado con la Orden del Mérito Británico. Un año despúes Seve sería un auténtico golfista de mundo, al haber logrado ya triunfos en los 5 continentes (destacando sus victorias en USA, Kenia y Japón) y al encadenar triunfos en seis torneos consecutivos, hazañas impropias para un golfista a tan pronta edad (20 años).

Por si lo conseguido anteriormente no fuera poco, 1979 fue el año de la confirmación de Severiano Ballesteros como uno de los mejores golfistas del momento. Logró convertirse en el ganador más joven del Open Británico en el siglo XX, con un triunfo lleno de momentos épicos, en el que tuvo que enfrentarse a situaciones de juego tan complicadas como tener que sacar una bola desde el aparcamiento del campo. Ese año volvió a confirmar su supremacía en España y también el inicio de una nueva etapa en el golf europeo, la de su reinado, que quedaría establecido en 1980 al triunfar de nuevo en un gran torneo de prestigio mundial, el Masters de Augusta, siendo el primer europeo en enfundarse la mítica chaqueta verde. Su superioridad en aquel Masters fue tal que llevaba a sus rivales 10 golpes de ventaja habiendo completado la mitad del recorrido en la última ronda. Esos grandes triunfos que copaban la primera plana mundial tenían escasa repercusión en España, donde el golf era un deporte semi desconocido.

La inexplicable no convocatoria de Ballesteros para disputar la Ryder Cup de 1981, la competición golfística más importante del planeta, que enfrenta a Estados Unidos y a Europa, no fue motivo de frustración para el cántabro, que consiguió nuevos triunfos de prestigio que añadir a su ya admirable palmarés (PGA Australia, Open de España, Mundial Match Play, Open de Escandinavia y Japón). Revalidaría su triunfo en el World Match Play al año siguiente y sería en 1983 cuando lograría su segundo Masters, su segundo triunfo en un torneo que le encantaba. Las declaraciones del segundo clasificado del Masters aquel año, Tom Kite, lo dicen todo: «Cuando juega así, parece que Seve está conduciendo un Ferrari y los demás un Chevrolet«.  El segundo Open Británico del de Pedreña llegaría también pronto, un año después (1984). Seve vencería de nuevo en tierras británicas en el mejor escenario posible, el campo de golf entre los campos de golf, St Andrews. Su último golpe, un putt histórico, dio la vuelta al mundo y es uno de los momentos más memorables de su carrera deportiva.

1985 fue el año en el que el golfista español condujo al equipo de Europa hacia su primera Ryder Cup desde 1957, año en el que todavía disputaba la competición Gran Bretaña y no Europa en su totalidad. Él fue quien inició un cambio de rumbo en el golf mundial, a partir de ese momento los golfistas europeos comenzarían a ganar cada vez más y más torneos y a gozar de una mayor importancia en el circuito mundial. Ese año Seve también se llevaría el gato al agua en el Match Play y el Open de España, entre otros grandes torneos. Tras un año 1986 saldado con un Trofeo Lancome como galardón más destacado, Seve volvió a ser el jefe de operaciones de la selección europea en la Ryder Cup de 1987, logrando el segundo entorchado consecutivo para Europa, obteniéndose la victoria, para mayor inri, en suelo americano. Todavía quedaban muchos años del mejor Severiano Ballesteros.

Culmen, relevo generacional y retirada

Sería en 1988 cuando Seve, en la cima de su carrera, se haría con su tercer y último British Open, volviendo a deleitarnos con un golpe desde el párking del campo. Sería éste su mayor triunfo hasta 1991, las temporadas de 1989 y 1990 fueron menores en cuanto a número de triunfos y palmarés, siendo reseñable el premio Príncipe de Asturias de los Deportes que se le otorgó en 1989. Dos años después, Ballesteros triunfó de nuevo en el World Match Play y se hizo con la victoria en el PGA Championship. Severiano tuvo una relación de amor-odio con el circuito americano, el cual se negó a disputar exclusivamente, compaginándolo siempre con el europeo. A partir de entonces, habiendo llegado a la cumbre de su carrera deportiva, el golfista español seguiría ganando títulos, pero dejando paso ya a las nuevas generaciones.

Los dos últimos grandes momentos de la carrera de Ballesteros tuvieron un nombre propio: la Ryder Cup. Después de disputar su última Ryder como jugador en 1995, con triunfo de Europa, logró algo que nunca antes había tenido lugar: la Ryder Cup se disputaría en su próxima edición, la de 1997, en España, tras insistir una y otra vez Seve en que el gran acontecimiento tuviera lugar en nuestro país. Ballesteros sería el capitán del equipo europeo que se impuso en aquella Ryder celebrada en tierras españolas, en el campo de Valderrama, única hasta la fecha celebrada en España, en otro de los triunfos destacados de su vida deportiva, esta vez como entrenador.  Aquella Ryder supuso el triunfo del colectivo frente a las individualidades americanas, y se recordará como la Ryder de Seve.

La repercusión de Seve en el golf fue tan destacada que incluso se creó un torneo de selecciones que lleva su nombre, el Seve Ballesteros Trophy, el Campeonato de Europa de selecciones golfísticas por así decirlo, que enfrenta a Europa Continental y a un combinado de Gran Bretaña e Irlanda. El propio Ballesteros se haría con la victoria en la primera edición de su torneo en el año 2000, capitaneando al equipo europeo, último título de su carrera. Un año antes se produjo la entrada del golfista español en el Hall of Fame del golf, siendo el primer europeo digno de tal honor. En la ceremonia en la que se produjo la inclusión de Seve en la institución norteamericana, uno de sus más aguerridos rivales, Lee Trevino, dijo lo siguiente: »En cada generación destaca un golfista que es un poco mejor que el resto. Creo que Ballesteros es uno de ellos… en golf él tiene todo y todo quiere decir: toque, poder, saber, coraje y carisma«.

A partir de entonces el gran Seve siguió jugando profesionalmente al golf, y, aunque ya distaba mucho de ser el gran dominador de este deporte que fue durante la década de los 80 y principios de los 90, seguía provocando la admiración de los aficionados de todo el mundo con su pasión, su calidad y su entereza. Seguía disputando los grandes torneos y también el circuito senior, aunque ya sin grandes resultados y mermado por sus problemas de espalda, pero sí con el mismo tesón de siempre. Sería el capitán del equipo europeo que conquistó el Royal Trophy (Europa contra Asia) en dos ocasiones consecutivas (2006 y 2007).

Fue en Carnoustie, el campo de golf donde todo comenzó para Seve, en el que disputó su primer Open Británico en 1975, donde, un 16 de julio de 2007, el genial golfista natural de Pedreña anunció su retirada definitiva de los campos de golf. Dejaba el deporte profesional uno de los más brillantes y espectaculares golfistas de la historia.

Su partido más importante

Severiano Ballesteros nunca dejó de estar vinculado al mundo del golf tras su retirada. Su amor por los palos y la esférica bola era demasiado fuerte. Así, fue el fundador y creador de dos empresas vinculadas estrechamente a su idolatrado deporte: Trajectory, la cual ha diseñado y proyectado campos de golf en todo el mundo (España, Tailandia, USA, Escocia, Filipinas, Irlanda, etc), y Amen Corner, promotora y organizadora de torneos de golf a nivel mundial (entre otros, los ya mencionados Royal Trophy y Seve Ballesteros Trophy). Su incansable labor de difusión del golf en su país y en todo el planeta llevaron al reconocido diario británico The Times a declararle, en 2008,  atleta que más cambió la manera de ver el deporte de los británicos, que veneraban con locura la figura de Seve.

Todo había sido maravilloso en la vida de este gran deportista. Sin embargo, la desgracia y el infortunio se cernieron sobre el brillante golfista español cuando se conoció, en octubre de 2008, que padecía un tumor cerebral. Seve debía enfrentarse al partido de golf más duro y difícil de su vida. Tras dos meses de continuas entradas y salidas del quirófano, recibió el alta médica, viéndose abocado a una larga y complicada rehabilitación, necesaria en todo proceso cancerígeno. Lo peor ya había pasado. Desde que abandonó el estado de gravedad, Seve añadió a su tarea como difusor del golf un nuevo compromiso, la lucha contra el cáncer, creando la «Severiano Ballesteros Foundation«, dedicada a la investigación sobre los tumores cerebrales. El cántabro había logrado un nuevo triunfo en su ya de por sí victoriosa vida, siendo de nuevo objeto de la más profunda y sincera admiración mundial.

Sin embargo, la enfermedad no había dicho su última palabra y, tras casi tres años de lucha, finalmente pudo más que la salud. El 7 de mayo de 2011 Severiano Ballesteros falleció rodeado de sus más allegados en su casa de Pedreña, dejando huérfano de su talento deportivo y de su calidad humana al mundo. Las muestras de dolor y de tristeza fueron incontables, dejando claro una vez más el respeto que se le profesaba a Seve. Sus grandes amigos, tanto dentro como fuera del golf, los profesionales de su deporte y el colectivo deportivo en general lloró enormente su pérdida. Todos coincidieron en señalar su grandeza deportiva y humana.

Desaparecía el hombre de la eterna sonrisa, el golfista sublime, la persona 10, uno de los mejores deportistas españoles y, por qué no, de la historia. Logró que el golf no fuera un binomio entre británicos y estadounidenses. Luchó encomiablemente por lograr la difusión que este deporte tiene hoy en día a nivel mundial y nacional. Consiguió que el golf europeo estuviera a la altura del americano. Fue un golfista y una persona irrepetible. Por todo eso y mucho más, te echaremos de menos, Seve, y siempre te recordaremos. Fuiste un rebelde, un inconformista, un innovador y también un genio, porque es don de los genios cambiar el mundo, y tú lo hiciste.

Los dioses del deporte español (VI):Francisco Fernández Ochoa


Continuamos nuestro serial sobre los mejores deportistas españoles de siempre. Hoy os contamos la historia del mejor deportista de invierno que ha dado a luz España, Francisco «Paquito» Fernández Ochoa, quien fue, junto a los Santana, Nieto o Bahamontes, uno de los pioneros en éxitos deportivos de nuestro país. Su historia nos la narra nuestro colaborador experto en esquí, Eduardo Cid. Disfrutadlo:

Hablar del esquí español significa hablar de los hermanos Fernández-Ochoa, en especial de Francisco.

Nació en Cerdedilla el 25 de febrero de 1950 y nos dejó hace casi 4 años, el 6 de noviembre de 2006 en Madrid, aunque para los amantes de la nieve como yo siempre estará entre nosotros, y no sólo por su mayor éxito, esa gran medalla de oro en Sapporo’72, sino que también le recordaremos por el ejemplo que fue.

Francisco Fernández-Ochoa, Paquito para la eternidad, el hombre que, en más de un siglo de olimpismo, logró la única medalla de oro del esquí español, en las pistas japonesas de Sapporo en 1972.

Cercedilla, en la sierra de Madrid, fue su cuna; los hermanos Arias, sus primeros maestros; picardía y espontaneidad, sus recursos para abrirse camino, y una  familia de ocho hermanos, seis chicos y dos chicas -de los que él era el mayor-, su apoyo emocional permanente.

La saga de los Fernández-Ochoa -su hermana Blanca logró una medalla de bronce en Albertville’92– ha escrito, paso a paso, día a día, la historia del esquí español. Hubo otros hombres y mujeres, pero los hermanos Fernández-Ochoa firmaron la carta de naturaleza de este deporte.

 

Paquito era fiel a sí mismo, por eso, si me permitís, la historia de Francisco Fernández-Ochoa, su historia, no os la voy a contar yo, sino que va a ser él, sí, no os extrañéis. No, no estoy loco, como os he dicho vamos a conocer la historia de Paquito contada por él mismo.

Francisco era tan grande, incluso en esa faceta de los elegidos (al igual que ahora nuestro gran Rafa Nadal, siempre tan sincero y modesto), por la que cuando le preguntaban: “háblanos de aquellos días de Sapporo…”, levantaba los brazos y te decía que eso había que contarlo desde atrás, desde antes. Que para llegar a Sapporo había que pasar más estaciones. Y así comienza la historia de Paquito contada por él:

“Vamos casi treinta años atrás. En el 70, yo progresaba en el esquí, pero era el mayor de ocho hermanos. Mi padre, mi madre, mis abuelos, todos, currando, y yo, esquiando. Muy bonito, pero a la vez muy claro: o aquello servía para algo o lo dejaba. El presidente de la Federación, Ángel Baranda, y Juan Antonio Samaranch y su esposa apoyaron mucho. El presupuesto federativo para toda la alta competición era de entre quince y dieciocho millones. Muy poco. Desde febrero hasta abril, ni un duro. Íbamos a carreras donde comíamos como invitados. Éramos tres: Conchita Puig, Aurelio García y yo. Esperanzas olímpicas, muy pocas. Entonces fue cuando Samaranch y su mujer apostaron por nosotros, por lo menos hasta Sapporo. Pero pusimos dos condiciones indispensables: un entrenador, y disponer de dinero suficiente para poder llegar hasta los Juegos en condiciones, si no iguales, porque era imposible, al menos equiparables a los demás. Estábamos hartos de viajar en los trenes, sentados horas y horas en aquellos bancos de madera, comiendo bocadillos y con la mochila al hombro. Hartos de pasarla canutas durmiendo en las estaciones.


 

Contrataron a Bernard Favre y empezamos un trabajo serio, un plan, de cara a Sapporo. Favre sólo nos impidió hacer descenso. Decía que nos quitaba tiempo y era correr demasiados riesgos. Que lo nuestro era el slalom y que había que prepararlo a conciencia. Algún descenso hicimos a pesar de todo, pero era para mantener nuestro estado anímico, porque era divertido, emocionante y bonito. El slalom era más mecánico, una ñoñez, una gymkana. El descenso era el miura del esquí. Y sigue siéndolo. Aurelio García fue clave en aquellos tiempos. Servía para todo. Era hasta mecánico. Íbamos por toda Europa a correr, con un Seat 1500. Unos días antes de marcharnos a Japón tuvimos un accidente. Nos quedamos medio dormidos y nos saltamos la mediana de la autovía Torino-Milán. ¡Dios mío!, pudimos matarnos y no nos hicimos ni un rasguño. Como si estuviéramos predestinados para Sapporo.


 

Ya digo que Aurelio era un todoterreno. Nunca estaba enfermo, ni cansado, ni le dolía nada. Siempre era el primero en tirarse y se pegaba unas hostias de lujo. Pero él seguía y seguía. Tiraba de nosotros. Para entendernos: él tiraba del carro, y yo, al rebufo, mientras las fuerzas aguantaran.

 

A Sapporo fuimos unos días antes. Nos vieron médicos italianos, franceses y españoles. La respuesta orgánica fue impresionante. Las pruebas de esfuerzo dieron un resultado extraordinario. Estábamos enteritos; la presión era para Conchita Puig, que era la mejor clasificada en puntos FIS, en gigante y slalom. Aurelio y yo íbamos bien, pero a ver qué pasaba. Ella no. Ella iba a ganar.


 

Como no querían tirar el dinero, la delegación a Sapporo éramos el presidente de la Federación, más Anselmo López, los dos entrenadores -Favre y Tissot, que era el de Conchita- y nosotros tres.

 

Conchita llevaba la presión, pero yo ya había ganado cosas. Había hecho primeros y segundos puestos en copas de Europa, estaba en el primer grupo del Mundial, era cuarto en la lista FIS, y me gustaba la marcha del gigante y el descenso, aunque en esas disciplinas esta en el segundo grupo. En Japón me sentí como en el patio de mi casa. Un día viene Favre y me dice: oye Paquito, ¿cuánto tiempo hace que no mojas? Porque, o vas tú, o te llevo yo. Como sigas así, vas a llegar al día de la carrera agotado de tanto… cavilar. Me quedé tieso. Debió pensar que debíamos desahogarnos. Y dicho y hecho. Arreglamos por ahí un apañejo que teníamos, y fantástico.

 

Fueron los mejores Juegos de la historia, era todo natural, espontáneo, joven. No había las medidas de seguridad de ahora, que las Villas parecen campos de concentración. Las chicas vivían en otro edificio, pero sólo había un conserje y entrabamos y salíamos como Pedro por su casa. Era la mundial. En fin, que lo teníamos todo: tiempo, tranquilidad, trabajo, diversión. Todo. ¿Qué nos faltaba? Pues, sencillamente, competir.”

 

No hay quien resista la curiosidad de preguntar a Paquito por esas alegres entradas y salidas del hotel de las chicas. ¿A qué chicas se refiere?

 

Las esquiadoras. Las de siempre. Aquello era feliz, normal. Natural. ¿Y Conchita Puig?: no. Conchita había sido mi novia. En Sapporo ya nos habíamos enfriado mucho. No teníamos tanta relación. Cuando quisimos rectificar era tarde. Fue poco antes de Sapporo.

 

Íbamos bien, muy bien, y todo muy organizado: Favre, Aurelio y yo, por un lado, y Tissot y Conchita, por otro. Conchita no tuvo suerte. Quedo la 29 en descenso y la descalificaron por saltarse una puerta del gigante. A mí también me descalificaron en el gigante, pero yo iba a por el slalom. Y en eso no teníamos nada que envidiar a franceses, italianos, austriacos, a nadie. Llevábamos incluso tan buen material como ellos. Vi que estaba en forma, que si llegaba, iba a quedar bien. Lo vi todo tan fácil, la pista, la nieve. En los entrenamientos ganaba a todos, y pensaba: o éstos están dormidos, o tontos, o yo estoy que me salgo.


 

Llamé a mis padres, amigos, abuelos y les dije que no se preocuparan, que el de Cercedilla iba a liarla. Mi abuela me dijo que estaba poniendo velas y yo le dije que sí, que pusiese velas, que de lo demás ya me encargaba yo. No sentía presión. Lo comente con Aurelio, le dije que no se me iba a escapar.

 

En la primera manga, salí con el dorsal 2, y decidí no apretar a tope, pero dándole aire por si acaso. Hice 55 segundos y 36 centésimas, y metí casi dos segundos a Zwilling, que había salido con el uno, y pensé que, o yo había ido muy deprisa, o él iba muy mal. Y bajaban los Thoeni, Bachleda, Palmer, Penz, Neureuther, y cada vez más tiempo. ¡Coño, pues sí que lo he hecho bien! Ahí es donde empecé a concebir esperanzas de medalla, en serio. Me animaba yo mismo.

 

Como se invertía el orden de salida en la segunda manga, me tocaba salir el último. Vi bajar a todos. Observé dónde estaban los problemas. Cuando me lancé, sabía perfectamente el recorrido. Thoeni marcó 53.59 y pegué un respingo. Penz se cayó en un sitio muy rápido. Me quedó muy claro lo que tenía que hacer. Había amainado el viento. Si todo iba bien, estaba seguro de conseguir la medalla. Luego me enteré de que los jefes -Gich, creo que Samaranch, aunque no estoy muy seguro, y Anselmo López-, que estaban en el aeropuerto para regresar a España, cuando vieron por la tele lo que estaba pasando, pidieron un taxi y volvieron a la estación. Fueron los primeros que me esperaban abajo al llegar a meta. Bajé de cine. Estuve a punto de caerme, pero me rehice. Según avanzaba, me daba cuenta de que era medalla, pero no sabía de qué color. Cuándo llegué, miré el marcador y vi que mi tiempo total era el mejor, sentí algo inmenso, inenarrable, único. Daba saltos, me reía como un enano, daba abrazos a todo el mundo. Más tarde supe que mi tiempo era el segundo en la segunda manga, pero que, en el global, había metido más de un segundo a Thoeni. Pero es que yo llevaba, de verdad, la victoria en la cabeza. Y eso es definitivo.


 

En los mundiales del 74, en Saint Moritz, conseguí bronce, pero bajaba tenso, atascado, sin soltura. Y yo me decía: tranquilo Paco, tranquilo; suelta, desliza, suave, suave, déjalos… Nada, imposible. Quería y no podía. En Sapporo fue al revés, se me hizo corto: ¡lo que es el coco! ¡Ah!, y nada de que al llegar casi me caí. Agaché el culo para meter todo el peso en los talones e impulsar mejor”

Extracto extraído de la autobiografía de Francisco Fernández Ochoa «La vida, un slalom»

 

Y Paquito fue campeón olímpico. Los dirigentes deportivos lloraban emocionados y saltaban como niños. El recibimiento en Barajas fue inenarrable. No se había visto nada igual. Y en Cercedilla, y allá donde iba. El diario francés L’equipe tituló a todo plana: “Fernandez: l’estocade”. Y eso fue, una estocada hasta la bola de un muchacho de veintiún años que acudió a Sapporo con buenas credenciales, pero distendido, risueño y sin tener que justificarse ante nadie. El esquí en España no era apenas nada. Con Paquito fue el estallido.

 

Pero él tiene algo que no tiene nadie en el deporte español: una medalla de oro en esquí alpino. Y eso le hace único, diferente y extraordinario.

 

Fue un día gélido, en una estación con vistas al mar de Japón, en Sapporo, hace casi 39 años. Un mozo de Cercedilla dio a todos la estocada.

 

Espero que hayáis disfrutado, como yo al re-escribir estas memorias, de los días más gloriosos del esquí español, las olimpiadas de Sapporo’72 contadas por su protagonista, por la persona que hizo posible estos momentos y que deseó compartirlo con todos nosotros, Francisco Fernandez-Ochoa.

Los dioses del deporte español (V):Fernando Alonso


Vuelve el serial de Muchodeportivo sobre los mejores deportistas españoles de la historia y lo hace con uno de los muchos asturianos universales del deporte nacional como protagonista: el bicampeón mundial de Fórmula 1 Fernando Alonso. Vamos con su historia.

El popular piloto ovetense nació un 29 de julio de 1981. A los tres años tuvo su primer contacto con el mundo del motor al regalarle su padre un kart que su hermana había rechazado. A partir de ese momento Fernando comenzó a competir en el mundillo de los karts con bastante éxito, ganando su primer título importante (el campeonato infantil de Asturias) a los 7 años. A este triunfo le seguirían otros muchos más a nivel nacional, destacando los dos campeonatos de España junior que consiguió de manera consecutiva en 1993 y 1994, que le dieron la posiblidad de participar en el Mundial oficioso de karts, donde se clasificó tercero, competición que ganaría en 1996. Durante los años siguientes Alonso ejerció un dominio incuestionable en España, Italia y Europa, ganando en los mejores trofeos de karting.

El talento del asturiano no pasó desapercibido a ojos de Adrián Campos, ex piloto de F1 español, quien le dio la oportunidad de participar en la Fórmula Nissan en 1999. Alonso conquistaría el campeonato tras vencer en 6 carreras. Al año siguiente pasó a correr en la Fórmula 3000, la segunda división de la F1, con el equipo Astromega. Alonso concluyó el campeonato en cuarta posición tras vencer en la carrera de Bélgica y quedar segundo en Hungría, uno de sus circuitos fetiche. El ovetense ya estaba listo para dar el salto al Gran Circo.

Primeros años en la Fórmula 1 (2001-2004):

Fernando Alonso fue pretendido por las grandes escuderías desde el primer momento. Ferrari y Renault mantuvieron un duro pulso por hacerse con los servicios del piloto español, llevándose el gato al agua la escudería de Flavio Briatore, que decidió cederlo un año a Minardi. El primer año de Fernando en la Fórmula 1 fue de aprendizaje, en una escudería pequeña y con un 10º puesto como mejor resultado. Eso sí, se convirtió en el tercer piloto más joven de la historia en debutar en el Gran Circo.

Alonso se incorporó a la disciplina de Renault al año siguiente, un año en el que el ovetense trabajó completamente a la sombra, ya que actuó como probador de la escudería francesa. El año 2003 sería el de la confirmación como una de las grandes promesas de este deporte por parte de Fernando Alonso. El año no pudo ser mejor para el asturiano, que se convirtió en el piloto más joven en subir al podio en un Gran Premio (3º puesto en Malasia), el más joven en obtener la pole position (Malasia) y también el más joven en conseguir la victoria en una carrera (GP Hungría), un honor que le arrebataría años más tarde Sebastian Vettel. Alonso hizo una temporada muy regular, en la que sufrió el accidente más grave de su carrera en el Gran Premio de Brasil  y en la que no pudo acabar 5 carreras. En su primer año a tope concluyó sexto en la clasificación de pilotos.

2004 sería un año en el que se demostraría que el equipo Renault iba cada vez a más. Alonso no consiguió ninguna victoria ese año, pero sí más puntos que en el anterior (quedó cuarto en la clasficación final de pilotos), con un segundo puesto como mejor resultado y con su accidente con Ralf Schumacher en el Gran Premio de Mónaco como percance más destacado. Lo mejor estaba por llegar.

Los dos campeonatos del mundo con Renault:

Fernando Alonso comenzó la temporada 2005 con un tercer puesto en Australia. A partir de ahí todo sería de color de rosas en aquel histórico año, en el que el español logró 7 victorias, con momentos memorables, como el tremendo pinchazo de Kimi Raikkonen, su máximo rival esa temporada, en el Gran Premio de Europa, el magnífico duelo que el español mantuvo con Michael Schumacher en el Gran Premio de San Marino o la trepidante última vuelta con Montoya en Turquía. Pero, sin duda, el momento más especial de la temporada tuvo lugar cuando «Magic» Alonso bajó de su monoplaza y gritó a los cuatro vientos su triunfo en el Mundial tras la disputa del GP de Brasil. Doblete para Renault, que también se llevó el título de constructores. Este magnífico triunfo del deporte español fue recompensado con el premio Príncipe de Asturias de los Deportes para el ovetense.

La historia volvería a repetirse en 2006, pero con otros secundarios acompañando al protagonista. Michael Schumacher, el heptacampeón mundial, resurgió de sus cenizas cual ave fénix para mantener un duelo memorable con Alonso, que tuvo como grandes logros ese año su primera victoria en el Gran Premio de España y en el de Mónaco y en la que logró mantenerse, contando la temporada anterior, 15 carreras consecutivas sin bajarse del podio. La cosa estuvo apretada entre el alemán y el español hasta que,  a falta de una carrera para el final de la temporada, el Káiser tuvo que abandonar por rotura de motor en Japón, dejándole el título en bandeja a Alonso. Brasil fue otra vez el escenario de la victoria final del español, que parecía iba a reinar en el Gran Circo durante muchos años.

Una larga travesía por el desierto:

Fernando Alonso decidió dar el salto a una escudería de primer nivel en 2007, cuando fichó por el equipo McLaren Mercedes. Allí se encontraría con un compatriota, Pedro Martínez De La Rosa, (probador) y con una de las sensaciones del campeonato de la GP2, el británico Lewis Hamilton, que resultaría ser, en vez de su aliado, su mayor rival en la lucha por el título mundial. La temporada empezó de forma prometedora, con Fernando y su compañero pisando el podio frecuentemente y con dos victorias del asturiano (Malasia y Mónaco, ésta con doblete incluido). Las cosas comenzaron a cambiar en la segunda mitad de la temporada, cuando quedó demostrado que en McLaren el candidato al título era el debutante Hamilton y no Alonso. Los problemas internos en la escudería británica quedaron patentes tras el Gran Premio de Hungría, en el que Alonso fue sancionado por bloquear a su compañero en el pit lane durante la calificación. Todo quedó por decidir en la última carrera del año, en la que Raikkonen, Hamilton y Alonso llegaban todos con opciones. Al final, el título fue para el finlandés de Ferrari, y el español tuvo que conformarse con el tercer puesto en la clasificación de pilotos. La situación en McLaren era insostenible para Fernando, que decidió rescindir su contrato con la escudería de Ron Dennis.

Así fue como el español volvió a verse enrolado de nuevo en las filas de Renault, que le acogió con los brazos abiertos. Pero las cosas ya no volverían a ser como en los buenos tiempos. Las temporadas 2008 y 2009 no fueron, ni mucho menos, las mejores del piloto español en el Gran Circo. La primera de ellas fue de menos a más, con Alonso fuera del podio en las primera parte de la temporada y con una mejoría patente en la segunda, con dos victorias en Singapur (primer GP nocturno de la historia) y Japón. La segunda fue un año más que decepcionante, con un coche poco competitivo y con sólo un podio (tercer puesto en Singapur) en toda la temporada. Su segunda etapa en la escudería francesa concluyó con un quinto y un noveno puesto en la clasificación final de pilotos y con una polémica, la generada por el accidente a posta de su compañero Nelson Piquet Jr en Singapur 2008.

El 30 de septiembre de 2009 quedó cumplido uno de los sueños deportivos de Fernando Alonso: correr en F1 con la escudería Ferrari, con la que firmó, tras largos años de espera, un contrato por 3 temporadas.

Un futuro más que ilusionante:

Esta temporada tiene un color especial. Tras las vacas flacas las vacas gordas han llegado para Fernando, que ha vuelto a triunfar en su nuevo e histórico equipo. Bien es cierto que su primera parte del año tuvo más decepciones que alegrías (1 victoria y 2 podios), pero en esta recta final de la temporada Alonso y Ferrari están volviendo a recorrer la senda del triunfo. La victoria en Alemania y un segundo puesto en Hungría, uno de los circuitos favoritos de Alonso, confirman esta mejoría. El español vuelve a ser candidato al que podría ser su tercer Mundial. Mientras tanto, ya se ha colocado entre los 10 pilotos con más victorias y podios de la historia. Fernando seguirá haciendo historia mucho tiempo, eso está claro.

Los dioses del deporte español (IV):Rafael Nadal


Nuestro cuarto capítulo del serial trata sobre un dios del deporte español de rabiosa actualidad: el número 1 del tenis mundial, el mallorquín Rafael Nadal, quizá uno de los deportistas con mayor talento de nuestra historia deportiva.

Rafael Nadal no se dedica a la profesión tenística por nada. El deporte siempre estuvo presente en la sangre de los Nadal, con los tíos de Rafa, Miguel Ángel y Toni, como exponentes. El primero era, hasta hace unos años, un futbolista de renombre que engrosó las filas del Mallorca y del FC Barcelona y también de la selección española, con la que disputó varias competiciones internacionales. El segundo siempre mostró su predilección por el tenis, pero no se dedicó a ello profesionalmente. Se conformó con ser entrenador, esperando tener la suerte de toparse con alguna joven promesa a la que poder enseñar debidamente.

Rafael llegó al mundo un 3 de junio de 1986 en Manacor, el pueblo de Mallorca en el que se ha desarrollado toda la historia de los Nadal. Ya desde muy pequeño el hijo de Ana María y Sebastián comenzó a practicar deporte, especializándose en sus dos disciplinas favoritas, el tenis y el fútbol, aunque en sus primeros años deportivos parecía más encaminado hacia la segunda, debido a los éxitos de su tío. Eso sí, en cuanto cogió por primera vez una raqueta su tío Toni supo que tenía un don especial, por lo que empezó a entrenarle para perfeccionar ese don. Después de compaginar durante algún tiempo fútbol y tenis Rafa tuvo que tomar la primera decisión importante de su vida: debía dedicarse exclusivamente a uno de esos dos deportes. Eligió el segundo, y el tiempo le ha dado la razón.

Era lógico que el manacorense se decidiera por el tenis, un deporte en el que ya había logrado, a los 13 años, multitud de torneos en categorías inferiores, destacando el campeonato de España o el Mundial de tenis oficioso en su categoría. Era de esperar que el chaval decidiera dar el salto al tenis profesional, algo que hizo en el año 2001.

En sus primer año como tenista ATP ya consiguió derrotar a dos destacados compatriotas, Albert Costa y Carlos Moyá, y se convirtió en el tenista más joven en vencer en un partido profesional (15 años). En 2003 participó, por primera vez, en sus dos primeros torneos del Grand Slam, Wimbledon y el US Open. Su explosión tenística a nivel mundial llegaría al año siguiente.

 

Rafael Nadal se presenta en sociedad:

El manacorense tuvo su primer año de gloria deportiva en 2004, el año en que ganó su primer torneo como profesional, el torneo de Sopot.

Pero su logro más importante no fue ese, sino otro aún mejor. Fue en este olímpico año cuando Nadal debutó en la Copa Davis con España, siendo pieza clave en la consecución de la Ensaladera por parte del equipo español. Su victoria contra Andy Roddick en la final de Sevilla fue un toque de atención al mundo tenístico: había nacido un gran tenista, lo que quedaría confirmado al año siguiente.

Un año en el que el manacorense se hizo con la friolera de 12 títulos, destacando sus triunfos en Montecarlo, Barcelona, Roma y Roland Garros, su primer Grand Slam. Nadal comenzó así un reinado que todavía perdura en el tenis actual, su reinado en la superficie de la tierra batida. Mención especial merece su primera Copa de Mosqueteros en París, conseguida tras vencer en la final (6-7, 6-3, 6-1, 7-5) al argentino Mariano Puerta. Todo esto hizo que Nadal acabara el año como número 2 del mundo, sólo por detrás del suizo Roger Federer, su mayor rival desde su llegada a la cúspide del profesionalismo.

2006 fue otro año bastante bueno para Nadal, volviendo a reinar sobre la tierra batida en todos sus torneos, incluyendo de nuevo el Grand Slam de tierra, en el que aún no conocía la derrota. Esta confirmación de su supremacia en la tierra se unió a una mejoría patente en la hierba, superficie que nunca se le había dado bien al tenis español (exceptuando a Conchita Martínez y a Manolo Santana, únicos campeones españoles en Wimbledon), logrando llegar hasta la final de Wimbledon, el Grand Slam verde, en la que fue derrotado por Federer, rey en esta superficie. Nadal mantuvo su posición en el podio mundial del deporte de la raqueta un año más.

En 2007 se rompió una espectacular racha victoriosa de Rafa en la arcilla, concretamente en Hamburgo. Fueron 81 las victorias consecutivas del español en su superficie fetiche. La racha la rompió el eterno rival, Roger Federer, en la final del torneo alemán. Volvió a llegar a la final de Wimbledon, donde volvió a perder aun mostrando mejor cara. En la segunda parte del año (que Nadal no domina tan bien como la primera) los resultados no fueron tan grandilocuentes, ya que a Nadal se le seguía resistiendo la pista dura de torneos como el US Open.

Las mieles del éxito y los dolores del fracaso:

¿Qué tuvo de especial el año 2008 para nuestro mejor tenista? Aparte de sus éxitos en Masters Series de pista dura y de tierra Nadal consiguió, por primera vez en su carrera, ganar, en un mismo año, los Grand Slam de Roland Garros y Wimbledon, derrotando en ambas finales al número 1 del mundo, Federer, destacando el partido final del torneo londinense, para muchos la mejor final de Wimbledon en su centenaria historia. Por si no era ya suficiente Nadal sumó a su brillante palmarés de ese año la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín, que le sirvió para llegar a lo más alto de la clasificación tenística mundial. Un trono de número 1 que Nadal mantendría en lo que quedaba de año. La pena es que el manacorí no pudo disfrutar del triunfo español en la Copa Davis, ya que una lesión se lo impidió.

El 2009 empezó tan bien como había ido todo el año anterior, ya que Nadal ganó en un Grand Slam donde desconocía la victoria, el Open de Australia, provocando las lágrimas de rabia e impotencia de su rival en la final, el omnipresente Federer. No se puede hablar de éxito y de triunfos mucho más en este año. Gira inmaculada de tierra batida hasta que Rafa pierde la final de Madrid contra Federer. Una derrota lógica se convierte en un aviso que pasa desapercibido a ojos de todos menos de su tío Toni. Nadal no está bien físicamente y esto quedaría demostrado en París, donde cayó en octavos de final ante el sueco Robin Soderling, a la postre sorprendente subcampeón del torneo. Los problemas físicos tenían su raíz en la rodilla, que ya estuvo a punto de retirar al manacorí en 2005, una lesión con la que creyó que no volvería a jugar a su amado deporte nunca más. Esta lesión, unida a la separación de sus padres, logró desmoralizar a Rafa, que no volvió a las pistas hasta septiembre. Ya nada fue lo mismo. Fracaso tras fracaso todos pensamos lo peor: que una tendinitis podía haberse llevado al mejor Rafael Nadal para siempre. Gracias a Dios que su año acabó bien, ayudando a la Armada española a hacerse con la segunda Davis consecutiva.

Nadal vuelve por sus fueros:

Nadal ha conseguido resucitar como tenista en este 2010. Ha vuelto a dominar en tierra, ha ganado de nuevo Roland Garros y Wimbledon en un mismo año,  ha conseguido volver a ser el mejor tenista del mundo según el ránking ATP y ha ganado el US Open, el único torneo del Grand Slam que faltaba en su palmarés, con lo que se convierte en el séptimo jugador en la historia del tenis con más torneos de Grand Slam en su haber y en el decimosexto en lograr ganar todos los Grand Slam existentes (tras Fred Perry, Don Budge,Doris Hart, Maureen Connolly, Shirley Fry, Rod Laver, Roy Emerson, Margaret Smith, Billie Jean King, Chris Evert, Martina Navratilova, Steffi Graf, Andre Agassi, Serena Williams y Roger Federer). Lo mejor de todo es que la fama y el éxito profesional no han cambiado a Rafael Nadal Parera, que sigue siendo el mismo chico simpático y humilde que nació un 6 de junio de 1986 en Manacor. Menos mal que aún nos quedan unos cuantos años para seguir disfrutando con él y con su brillante tenis.

Los dioses del deporte español (III):Fernando Martín


En éste nuestro tercer capítulo del serial vamos a hablar del «James Dean» del deporte español, el mejor jugador de la historia de nuestro baloncesto hasta la llegada al mundo de Pau Gasol: el malogrado Fernando Martín, todo un mito del deporte de la canasta en España y en Europa.

El mediano de los Martín llegó al mundo un 25 de marzo de 1962 en Madrid. Si pensamos que Fernando tenía el don del buen baloncestista desde que nació estaremos muy equivocados. Quien sería años después el líder del Real Madrid de baloncesto fue, en su juventud, un buen jugador de balonmano y de tenis de mesa y también un gran nadador, llegando a ser campeón de Castilla en natación. Se inició en el baloncesto a eso de los 15 años, un deporte donde encajó muy bien gracias a su altura y su esplendoroso físico, digno de un culturista.

Todo esto hizo que el segundo club en importancia de Madrid, el Estudiantes, se fijará en él y lo reclutara para su causa. Su debut con el equipo colegial tuvo lugar en su etapa júnior (1980). Al año siguiente se proclamó subcampeón de la todavía Liga Nacional de Baloncesto con los estudiantiles, siendo ya pieza clave. Esto hizo que clubes como el Joventut de Badalona (con el que llegó a firmar un precontrato) o el Real Madrid se fijaran en él. Fueron los segundos, al igual que harían años más tarde con Felipe Reyes o Alberto Herreros, quienes se llevaron el gato al agua. De paso aprovecharon para fichar también a su hermano Antonio.

Martín demostró, desde su primer minuto portando la camiseta blanca, que llegaba para hacer historia. Su primer partido con el Madrid (un partido del Mundialito de clubes contra el Sao Paulo) se saldó con 50 puntos para el madrileño. A partir de ahí llegaron toda una serie de éxitos y títulos al lado de los Corbalán, Iturriaga, Delibasic, Romay y demás. En su primera etapa con los merengues conquistó 4 Ligas, 2 Copas del Rey, un subcampeonato europeo y un Mundial de clubes, el mismo en el que debutó. Ya en su primera etapa en la liga española marcó tendencia, con sus famosas rabietas contra todo quisqui en la cancha (sobretodo contra rivales y árbitros) y con ese cáracter entregado y enérgico que siempre le caracterizó. Así fue como Fernando se convirtió en uno de los ídolos de la parroquia blanca y en uno de los mejores baloncestistas españoles y europeos del momento. Su fuerza en la pintura (jugaba como pívot) era incontestable. El 10 del Madrid pasaba por encima de quien fuera con tal de que su club ganara.

Este portento de la naturaleza no pasó desapercibido a ojos de Antonio Díaz Miguel, el entrenador de la selección española de baloncesto, con la que Martín ya había conquistado el subcampeonato en el Europeo júnior de 1979. Su debut con la absoluta tuvo lugar en el Eurobasket de Checoslovaquia 1981. Con Fernando en «La Roja» de basket todo fueron alegrías, destacando el subcampeonato europeo en Nantes 83 y, sobretodo, la histórica medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, el primer gran éxito del baloncesto español, en un equipo plagado de estrellas en el que Fernando destacó sobremanera. Tras un 4º puesto en el Eurobasket 85 y un 5º puesto en el Mundial de España, Martín dio por terminada su etapa en la selección española, con la que disputó 72 partidos. Comenzaba una nueva etapa en la carrera del pívot madrileño:llegaba el salto a la NBA.

NBA y regreso al Real Madrid:

Fernando Martín fue el segundo jugador europeo en ser seleccionado para jugar en la NBA, la mejor liga de baloncesto del mundo. Fernando fue elegido en el draft de 1985 por los New Jersey Nets (puesto 38 de la segunda ronda), que no le ofrecieron un contrato garantizado. Las habichuelas tuvieron que buscarse en otro lugar y ése fue Portland, una franquicia que sí ofreció al madrileño un puesto en su roster y un contrato por 16 millones de las antiguas pesetas. Su debut se produjo el 26 de octubre de 1986 contra los Seattle Sonics, un partido que sólo cubrieron 3 periodistas españoles y en el que sólo jugó 2 minutos y 2 segundos.

Ésta sería la tónica de toda su etapa NBA, en la que su entrenador, Mike Schuler, nunca demostró tener ningún tipo de confianza en las posibilidades de Fernando, que vivió su travesía del desierto particular. El mayor de los Martín Espina lo pasó realmente mal durante este período de su vida, que pudo superar gracias al apoyo de su hermano Antonio (que también emigró a Estados Unidos), de sus amigos y de toda su familia en general. Fernando vio aquel año en Estados Unidos como un desafío, un desafío con el que aprendió que sin constancia y esfuerzo en el trabajo nada se consigue. Su bagaje NBA se saldó con 146 minutos, 22 puntos y 28 rebotes. Una experiencia que pocos jugadores europeos de su época pudieron contar, básicamente porque la liga norteamericana no había abierto sus puertas de par en par hacia el baloncesto europeo (aún).

Fernando decidió cortar por lo sano. Dijo adiós a Portland y a la NBA tras una temporada (1986-87) y decidió regresar al equipo de su vida, el Real Madrid, que le acogió como al hijo pródigo que vuelve a casa tras largo tiempo fuera. Fue en esta segunda etapa de Martín en el club cuando tuvo lugar uno de los momentos más bonitos de toda la historia de la por aquel entonces primitiva ACB, con unos duelos Madrid-Barcelona por el título caracterizados por la lucha titánica en la pintura entre dos grandes jugadores: Fernando Martín y Audie Norris, dos «espartanos» de la zona. Sus enfrentamientos en la cancha marcaron una época y todavía hoy son recordados con nostalgia por muchos.

Otro acontecimiento destacado en el regreso de los Martín a Madrid fue la llegada al club blanco de uno de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos, otrora enemigo público número uno del baloncesto madridista: Drazen Petrovic, el genio de Sibenik, con el que Fernando compartió vestuario a regañadientes, ya que no le gustaba mucho que un «chupón» (como él mismo denominó a Petrovic, no con estas mismas palabras) se adueñara del equipo. Al final Drazen y Fernando consiguieron entenderse, logrando un doblete (Copa del Rey y Recopa) esperanzador ante las expectativas de hacerse con la ACB. No pudo ser: el Barcelona, al igual que en los años anteriores, se hizo con el campeonato. Martín se topó, en su segunda etapa en España, con uno de los mejores conjuntos blaugranas de la historia. Epi, Norris, Solozábal, Andrés Jiménez, Sibilio y compañía impidieron que Fernando y el Real Madrid ganaran un nuevo título liguero.

 

El 10 comenzó la que sería su última campaña en activo con unas ganas de jugar al baloncesto y de ganar locas. Su sueño no pudo cumplirse.

3 de diciembre de 1989. El Real Madrid se enfrenta al CAI Zaragoza en partido de liga regular. Fernando no va a jugar, pero va a recoger a Quique Villalobos, uno de sus compañeros en el equipo, para trasladarle hasta el Palacio de los Deportes madrileño. El Lancia Thema 8.32 de Martín nunca apareció: mientras éste conducía por la M-30 madrileña perdió el control de su vehículo, invadió el carril contrario de la carretera e impactó contra un automóvil que circulaba en esa dirección. Fernando Martín murió en el acto.

Homenajes y legado:

Las muestras de condolencia no se hicieron esperar. Sus compañeros, sus rivales, sus entrenadores, todos sintieron enormemente la gran pérdida. La capilla ardiente tuvo lugar en el Palacio de los Deportes de Madrid, donde el cuerpo de Fernando fue visto y visitado por multitud de personas. El Real Madrid quiso tener un bonito gesto con el jugador y con su familia y decidió retirar el que hasta ahora es el único número que ningún jugador de la plantilla blanca de baloncesto puede llevar: el 10 de Martín. El mismo día en que fue enterrado el Real Madrid ganó, en partido de Copa de Europa, al PAOK Salónica tras haber remontado una desventaja de 15 puntos. Fernando ha estado con nosotros, dijeron.

Aquí termina la historia de Fernando Martín, pero no la de su familia. Su hermano Antonio siguió jugando algunos años más con el Madrid y la selección e incluso llegó a ser director de la sección de baloncesto blanca. El hijo de Fernando, Jan Martín, también practica el baloncesto, habiendo jugado en varios equipos de la LEB Plata y LEB Oro españolas y en el filial del Real Madrid. Ahora mismo juega en la segunda división israelí, concretamente en el Elitzur Yavne, donde está cedido por el Maccabi de Tel Aviv. El parecido físico con su padre es innegable.

El último homenaje conocido hacia la figura de Fernando Martín lo puso en práctica Rudy Fernández. Fue en el Concurso de Mates del All Star NBA 2009, donde Rudy realizó su primer mate vistiendo la histórica camiseta que Martín llevaba en Portland. Un bonito y merecido homenaje para uno de los hombres míticos del baloncesto español y europeo, el primer españolito en la NBA, el pionero.

Los dioses del deporte español (II):Manel Estiarte


Continuamos con nuestro serial sobre los mejores deportistas españoles. Hoy le toca el turno al hombre que consiguió que un deporte poco mediático en España se convirtiera en noticia: Manel Estiarte, el capitán de la exitosa selección española de waterpolo de los años 90.

Manel, que es considerado el mejor waterpolista de la historia, nació en Manresa el 26 de octubre de 1961. Fue el tercer hijo de la familia Estiarte Duocastella, que ya tenía dos hijos, Albert y Rosa. Desde muy pequeño el joven Manel fue inculcado en el amor a la natación y al agua, ya que sus hermanos y sus padres practicaban ese deporte. El chaval empezó a tomárselo en serio, ya que se levantaba todas las mañanas a las 6:00 para ir con sus hermanos y su entrenador a nadar antes de asistir a las clases colegiales. Este amor al nado le hizo decantarse muy pronto por el waterpolo, un deporte que comenzó a jugar gracias a su hermano Albert, que ya lo practicaba y a quien Manel admiraba y admira profundamente.

En 1975, tras haber pasado por los distintos equipos filiales, Manel pasa a engrosar las filas del equipo absoluto de waterpolo del Club Natació Manresa, del que su hermano es capitán. El equipo conseguiría el segundo puesto de la liga española en próximas temporada, con Manel como una de sus figuras destacadas. Es entonces cuando la selección española se fija en él y le convoca, por primera vez y con sólo 15 años, para disputar los Campeonatos de Europa de Jönköping (1977).  Una experiencia increíble para Estiarte, que compartió piscina por primera vez con uno de sus ídolos, Joan Jané, que más tarde sería su entrenador en la selección española.

Tras cuatro años jugando bajo el amparador calor del hogar, Estiarte decide que es hora de dar el salto a un grande del waterpolo español. Bueno, lo decide él y lo deciden los grandes clubes, que comienzan a mandarle ofertas (Barcelona, Barceloneta, etc). El manresano se decanta por el CN Barcelona, con el que conseguiría, en su paso por el equipo (1979-1985) 5 Ligas, 1 Copa, 1 Supercopa de Europa y, como títulos más destacados, la Copa de Europa de Waterpolo, lograda en 1982, y la Recopa, que Estiarte, aunque ya no pertenecía al equipo, ayudó a conseguir en la temporada 1984/1985. Un club  al que Manel siempre llevará en el corazón.

Es en 1985 cuando tiene lugar un acontecimiento que marcaría para siempre la vida del deportista manresano. 9 de abril. Semana Santa. Manel ha vuelto a casa durante unos días desde Italia. Se está tomando algo con unos amigos en una terraza en Manresa, su hermana Rosa hace lo mismo con sus amigas. Ella vuelve a casa en coche, él caminando. Cuando Manel llega a casa, oye gritos. Está teniendo lugar una fuerte discusión entre su padre y su hermana, su madre es triste espectadora de ésta. De repente Rosa sale disparada hacia la habitación de Manel. Cuando Estiarte intenta detenerla ya es demasiado tarde, Rosa ha saltado al vacío desde la ventana abierta de la habitación. El suicidio de su hermana, que acababa de divorciarse y que dejaba dos hijos pequeños en vida (1 y 2 años) fue algo que Manel nunca ha podido superar del todo. Todavía hoy se culpa de no haber impedido el trágico final de su hermana, que había sido una gran nadadora unos años atrás.

En 1986 Manel Estiarte ya era considerado uno de los mejores waterpolistas del mundo. Finalizó su etapa en el CN Barcelona y decidió emigrar a Italia, uno de los países con más tradición waterpolista del mundo. Fichó por el Pallanuoto Pescara, que no era precisamente uno de los mejores equipos del Pallacanestro, la liga italiana. A Manel le dio igual, él lo convirtió en un equipo campeón. En su primera etapa en tierras italianas (la segunda tuvo lugar entre 1992 y 1999) conquistó 1 Liga, 3 Copas, la única Copa de Europa de la historia del club (1988) y 1 Supercopa de Europa. Fue en Italia donde Manel conoció a la persona con la que formaría una familia: Silvia. Con ella tendría dos hijas, Nicole y Rebeca. Tras finalizar su primera etapa con el Pescara Manel ficha por el Rari Nantes Sabona, club con el que conquistaría 2 Ligas y 2 Copas italianas en sus tres años allí (1989-1991).

«El Michael Jordan del agua» decide regresar a casa durante una temporada y pasa a engrosar las filas del CN Catalunya, con el que consigue el triplete: Liga, Copa y Recopa. Tras este rápido regreso al waterpolo español, vuelve al equipo italiano del Pescara, con el cual engordaría su palmarés anterior en el Pallacanestro, conquistando 2 Ligas, 2 Copas, 2 Recopas y 1 Supercopa de Europa. Sin duda, Estiarte es el mejor jugador que ha pasado por el Pescara, que todavía le recuerda y admira con devoción. Su relación con el equipo finalizó en 1999.

Su último año de competición lo reservó para el waterpolo español, al que regresó por una temporada (1999-2000) con el Barceloneta, con el que conquistó la Copa del Rey, el último título, en cuanto a clubes se refiere, de Manel Estiarte.

La edad de oro de la selección española de waterpolo:

Manel Estiarte vivió su primera experiencia olímpica con la selección en Moscú 1980, torneo que la selección española concluyó en la cuarta posición, al igual que sucedería en Los Ángeles 1984, ambos torneos olímpicos con Estiarte como máximo goleador. En Seúl 1988 a Manel volvería a acompañarle la suerte en el plano individual (máximo goleador del torneo), pero no en el colectivo, ya que la selección calificó sexta. Fue en ese mismo año cuando llegó al equipo la columna vertebral de esa selección maravillosa de los años 90: Jesús Rollán, Miki Oca, Jordi Sans, Pedro García, etc, algunos de los cuales ya debutaron en el Mundial de Madrid 1986.

En 1991 comienza la edad de oro del waterpolo español, con sendas platas en el Campeonato de Europa y en el Campeonato del Mundo de aquel año. Ambas finales fueron perdidas contra Yugoslavia, que tenía y tiene siempre un equipazo en cuanto a waterpolo se refiere.

Fue 1992 uno de los mejores años de la selección española de waterpolo, en el que se consiguió una histórica plata en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, una plata que supo a oro y que mantuvo en vilo a todo un país, en una final disputada contra Italia que necesitó de una prórroga para conocer al ganador. Uno de los mejores partidos de waterpolo de la historia. Al año siguiente se consiguió el bronce europeo en Sheffield, en un campeonato en el que España no pudo contar con uno de sus líderes, Jesús Rollán, que tuvo que ver los toros desde la barrera. La cosa se redondeó aun más con una plata mundialista en Roma 94.

Tras un pequeño bajón de resultados en Viena 95 (5º puesto) llegó el gran triunfo, el primero de una serie de grandes resultados. La selección capitaneada por Manel Estiarte consiguió un oro histórico en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, derrotando en la finalísima a la temible Croacia. Dos años después llegaría otro exitazo, el Mundial de Perth 98, que España se llevó para casa. Éste sería el último triunfo de Estiarte con la selección, una selección de la que se retiró en los Juegos Olímpicos de Sidney 00, siendo considerado uno de los deportistas españoles con más participaciones en unos Juegos Olímpicos (seis). Al ser uno de nuestros mejores deportistas olímpicos de siempre, tuvo el honor de ser el abanderado del equipo español en Sidney, donde el equipo español concluyó cuarto en el torneo de waterpolo. Manel se despidió de la selección con 580 partidos a sus espaldas y 1561 goles.

Después del waterpolo:

Tras su extensa carrera deportiva, Manel Estiarte entró a formar parte del COI (Comité Olímpico Internacional), al que perteneció desde el año 2000 hasta el 2006. En ese tiempo fue presidente de la Comisión de Deportistas Activos, gracias a los votos de sus compañeros deportistas.

Tras su salida del COI, Manel Estiarte entró a formar parte, en julio de 2008, de la disciplina del FC Barcelona, donde actualmente es responsable de las Relaciones Externas. Entró en el club gracias a la fuerte amistad que mantiene con Josep «Pep» Guardiola, el actual entrenador de la sección de fútbol azulgrana, con el que hizo buenas migas desde que se conocieron en Italia, el segundo país de Manel.

Manel ha recibido numerosos reconocimientos debido a su gran carrera deportiva, algunos de tal calibre como el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes (2001), la Gran Cruz al Mérito Deportivo (1996) o su nombramiento como mejor deportista catalán del siglo XX. También ha tenido tiempo de escribir su biografía, Todos mis hermanos, que publicó en 2009, un libro que os recomiendo. Manel Estiarte fue, es y será siempre uno de los grandes protagonistas de la historia del deporte español por derecho propio.

Los dioses del deporte español (I): Miguel Indurain


Muchodeportivo te traerá, cada dos días, un nuevo capítulo del serial Los dioses del deporte español, en el que te hablaremos de la vida y milagros de las grandes estrellas masculinas del deporte español. Comenzamos el serial hablándote de uno de los grandes exponentes históricos de nuestro deporte, el ciclista navarro Miguel Indurain, ganador de 5 Tours de Francia y 2 Giros de Italia entre otros grandes logros.

«Miguelón», nombre con el que se le conoce cariñosamente, llegó al mundo un 16 de julio de 1964 en Villava y fue el segundo de los cinco hijos del matrimonio Induráin Larraya . A la tierna edad de 9 años ya comenzó a dar sus primeras pedaladas sobre una bicicleta junto a algunos de sus hermanos y a los once años ya disputaba carreras ciclistas en la categoría de alevines de la mano del Club Ciclista de Villava. En los siguientes años comenzaría a demostrar que tenía un don especial, consiguiendo un gran número de victorias en todas las categorías que pisaba.

Fue en su año juvenil (1981) cuando fue descubierto por el equipo Reynolds, que dirigía Eusebio Unzúe, un personaje clave en la exitosa carrera del navarro. Fue en ese momento cuando Miguel decidió dejar a un lado los estudios y centrarse en lo que más le gustaba: el ciclismo. Su primer año en las filas del filial de este equipo fue bastante decepcionante, ya que no consiguió ninguna victoria, pero en su segundo año conquistó los Campeonatos de Navarra y de España amateurs. En el año 1984 tuvo la oportunidad de disputar la prueba de ciclismo de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, aunque no pudo concluir la prueba.

Su debut como profesional, en este mismo año, tuvo lugar en el Tour del Porvenir en el seno del  primer equipo  del Reynolds, carrera que no consiguió concluir, pero en la que consiguió su primera victoria profesional en una contrarreloj (su especialidad).  En 1985 conseguiría su primer gran logro, llegando a ser líder de la Vuelta a España durante 4 etapas. También disputaría, en ese mismo año, su primer Tour de Francia, que no lograría concluir.

1986 sería el año de su primer triunfo en una clasificación final, la del Tour del Porvenir. Le recomendaron que si quería ser un gran ciclista en las vueltas largas debía adelgazar y entrenar duro en la montaña, ya que tenía un potencial físico ilimitado. Al año siguiente venció en varias carreras, como el GP de Navarra o la Vuelta a los Valles Mineros y consiguió, por fin, finalizar el Tour, eso sí, en un puesto bastante lejano de los líderes.

En 1988 llegó un momento de incertidumbre en la carrera de Indurain. Problemas de alergias le impidieron rendir al 100%, con lo que no consiguió un buen puesto en la Vuelta a España. Ayudó de forma importante al líder del Reynolds, Perico Delgado, en el Tour y consiguió varios triunfos finales en algunas vueltas de segundo orden. Sin embargo, se le seguía achacando que nunca ganaría una gran carrera ciclista si mantenía su irregularidad en la montaña.

Llega el mejor Indurain:

El año 1989, el año en que el Muro de Berlín y el comunismo cayeron, fue también el año de la consagración de Miguel como una de las grandes promesas del ciclismo mundial. Se impuso en la París- Niza, consiguió su primera victoria de etapa en el Tour de Francia, donde ayudó gratamente a Perico Delgado a conseguir la victoria final, y consiguió varios puestos finales importantes en las generales de carreras como la Vuelta a la Comunidad Valenciana, el GP de Navarra o la Lieja-Bastoña-Lieja. El único «pero» a este buen año fue su abandono en la Vuelta española a causa de una caída que le provocó una doble fractura en su mano izquierda. Al navarro siempre se le resistió la ronda española.

1990 fue el año de la confirmación de todo lo que Indurain había demostrado anteriormente. Volvió a ganar la París-Niza, consiguió la victoria en varias clásicas importantes, como la de San Sebastián y, lo más importante, demostró ser un candidato más que claro a llevarse el Tour de Francia en próximos años. Pudo haberlo ganado en este mismo año, pero su labor de sacrificio en apoyo a su líder (Delgado) lo impidió. Por ello se sucedieron las críticas de los entendidos del mundillo a José Miguel Echavarri, uno de los directores de su equipo, que ya había pasado a denominarse Banesto, para que Induráin tuviera las mismas oportunidades que Delgado y para que ya no se le considerara un simple gregario.

El dios del ciclismo escuchó sus plegarias y les dio solución en 1991, año en que Miguel Indurain conquistó su primer Tour de Francia tras una exhibición clamorosa en la montaña, sobretodo en los Pirineos. La temporada quedó redondeada con un segundo puesto en la Vuelta a España (continuaba su maldición en esta gran carrera) y con un bronce en los Campeonatos del Mundo disputados en Sttutgart. El relevo generacional en el Banesto ya era un hecho.

Indurain comenzó el año 1992 con un ritmo de competición más bajo que en otros años, y aun así acabó tercero en la París-Niza. Quiso centrarse en el Tour, asi que para prepararlo de la mejor manera posible decidió disputar la otra gran carrera por etapas junto a la Vuelta, el Giro de Italia. Induráin demostró, en tierras transalpinas, que la contrarreloj y la montaña seguían siendo sus grandes bazas, ya que gracias a la primera especialidad se hizo impecablemente con el triunfo final en el Giro, convirtiéndose en el primer español en lograrlo. Más tarde, en julio, volvió a hacerse con la general del Tour de Francia, donde volvió a dar señas de una gran superioridad contra el reloj, contra sus rivales y contra la montaña. Gracias a esta brillante temporada se hizo con el liderato de lo que actualmente se conoce con el nombre del ránking UCI.

El año 1993 volvió a ser un año pletórico para «El Extraterrestre» navarro, consiguiendo su segundo doblete Giro-Tour consecutivo. En ambas carreras volvió a conseguir una diferencia tan abismal en la primera semana que sus rivales no pudieron alcanzarle, gracias a un dominio mágico en la montaña y en la contrarreloj, sus especialidades. Fue en ese mismo año cuando un joven ciclista estadounidense llamado Lance Armstrong comenzó a despuntar, logrando la victoria en el Mundial de ciclismo. Tras él se clasificó Miguel Indurain.

Lástima que al año siguiente se acabara la buena racha del español en el Giro de Italia, donde concluyó tercero tras haber llegado muy justo a la carrera y tras varias malas circunstancias (una mala contrarreloj, una pájara letal) que le dejaron sin opciones al triunfo final. El Tour fue otra cosa bien distinta, con la superioridad del navarro de nuevo protagonista, sacando, en la primera contrarreloj, dos minutos a Tony Rominger y siete a Chiapucci, sus grandes rivales. En este año logró otra de sus grandes proezas: batió, en el velódromo de Burdeos, el récord de la hora, que hasta ese momento estaba en posesión del británico Chris Boardman. Su récord sería superado meses más tarde por Rominger.

Los últimos años de reinado:

Miguel Indurain se convirtió en el ciclista más laureado de la historia en el Tour de Francia (en ese momento) tras conquistar su quinto entorchado consecutivo en la Grande Boucle. Antes de ello, al inicio de la temporada, había renunciado, como era habitual en sus últimos años, a disputar la Vuelta a España, una competición donde siempre le acompañó el mal fario y que nunca consiguió ganar.  También renunció, por primera vez en mucho tiempo, al Giro. En su preparación para el Tour ganó algunas etapas en vueltas menores y se hizo con el triunfo final en la Midi Libre y en la Dauphiné Liberé. Ya en el Tour, no sucedió nada del otro mundo, salvo que «Miguelón» volvió a no dejarnos echar la siesta y a dominar a sus rivales aplastantemente. Con su victoria se unió a un grupo selecto de ciclistas (Anquetil,Merckx y Hinault) que habían logrado 5 Tours, ninguno de ellos consecutivamente, como sí lo logró el navarro. Para el final de la temporada Induráin se marcó el objetivo de conquistar el Campeonato del Mundo de contrarreloj, el de ruta y el récord de la hora. Conquistó el primero, fue plata tras Abraham Olano en el segundo y no consiguió mejorar el récord en el tercer evento. Sus directores le insistieron en que lo intentara de nuevo, pero su negativa y la del médico del equipo Banesto, Sabino Padilla, provocaron una ruptura casi definitiva con la cúpula de su equipo.

Esto quedó demostrado en 1996, cuando Indurain ya no fue el mismo de antes. Había ganado varias carreras antes del Tour y por ello todos le veían como favorito a la victoria, que hubiera sido su sexta en la ronda gala. Nada más lejos de la realidad: en esta ocasión fue el Tour quien pudo con Induráin y no al revés. Una pájara en la primera etapa de montaña fue el signo, la señal, de que se había acabado una era en el ciclismo mundial. Nunca pudo recuperarse de ese desfallecimiento y concluyó la carrera en la undécima posición.Acabaría el año con su último gran triunfo, que tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, en los que logró ser medalla de oro en la prueba de contrarreloj.

El 2 de enero de 1997 Miguel Indurain dio por finalizada su carrera deportiva. Una carrera deportiva por la que es considerado el mejor deportista español de la historia y por la que ha recibido, entre otros premios, el Laureus (los Oscar del deporte) y el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes en 1992. Miguel se dedica, en su retiro, a ser comentarista de ciclismo en TV, escribir en varios medios deportivos (como Marca), dar conferencias o disfrutar de su familia, que le apoyó en todo momento durante su gran y exitosa carrera deportiva, una trayectoria digna de recordar.

Fotografías por cortesía de la web personal de Miguel Indurain