Los Lakers persiguen su tercer título consecutivo y con ello volver a escribir el nombre de la franquicia californiana en la historia de la NBA como una de las mejores generaciones que hubo y habrá. Pero en Florida presentan sus credenciales: Miami y Orlando, máximos favoritos en el Este, conforman junto a Boston el tridente de alternativas a Pau, Kobe y compañía.
Si consiguen rubricar la temporada entrante de forma victoriosa, los Lakers volverán a recuperar en su diccionario la palabra dinastía, como hicieron a principios de milenio. Con el Oeste huérfano de aspirantes, Miami, Orlando y Boston, por este orden, amenazan con impedirlo.
Cada cierto tiempo se produce en la NBA un fenómeno cuyo máximo común denominador se encuentra en la superioridad manifiesta de un equipo sobre el resto. Es lo que conocemos como dinastía. En los años 90, los Bulls supusieron el mayor y mejor ejemplo de este accidente (provocado) coyuntural desde el aplastante abuso de los Celtics en le década de los 60.
Los Rockets del inimitable Olajuwon aprovecharon el descanso voluntario de Jordan para amenazar con reemplazar la estirpe germinada en Chicago, pero el retorno a las canchas del mejor jugador de todos los tiempos limitó a dos los títulos logrados por los de Tomjanovich.
El inicio del milenio vino protagonizado por ‘la dictadura O’Neal’, quien, amparado en el teniente Bryant y el general Jackson, volvió a situar el nombre de la ciudad de Los Angeles en lo más alto del profesionalismo americano durante tres años consecutivos. Es la última dinastía conocida hasta la fecha, siempre que se analicen los cuatro anillos gestados sobre las espaldas de Tim Duncan como exitosos episodios alternados de ese rocoso equipo llamado San Antonio Spurs.
La temporada 2010-2011 presenta la excitante posibilidad de reanudar viejas y buenas costumbres, aquellas que en California se suelen despachar en abundantes y gloriosas dosis. Los Lakers han disputado las tres últimas finales de la NBA y en este curso amenazan con emular a aquel conjunto capitaneado por ‘Shaq’, esto es, ostentan la posibilidad de alcanzar el tan deseado ‘three-peat’. ¿Otra dinastía a la vista?
El no tan salvaje Oeste
Con tal objetivo en mente y con tres nexos de unión entre ese equipo y el actual (Bryant, Jackson y Fisher), parece que el camino en el Oeste se vislumbra un poco más despejadazo que en ediciones anteriores. Los Suns, vigentes finalistas del Oeste, han perdido a Amare Stoudemire, por lo que su potencial ha mermado sensiblemente. Utah ya no cuenta con Carlos Boozer y el mejor ala pívot de la historia acumula 34 primaveras. Los mejores (y muchos) buenos años de Tim Duncan forman parte del pasado. Más incentivos, pues, para Gasol: la competencia en el puesto de ‘4’ es escasa, en un terreno, el Oeste, donde siempre se cultivaron las mejores especies en esa posición. Sólo Dirk Nowitzki aparece como rival de entidad a los ojos de Pau. Pero si los Mavericks continúan derrochando inconsistencia, volver a las Finales (disputaron, y perdieron las de 2006), es casi una utopía.
En Denver, segundos de Conferencia en 2009, no pueden presumir de tranquilidad. El ajetreado Carmelo Anthony ha dejado clara su intención de abandonar los Nuggets, deseo que todavía no ha cumplido. A George Karl le costará reconducir una nave a la que su timonel no le tiene fe.
Puede ser el momento para los Blazers, siempre y cuando McMillan explote de una vez todo el potencial que tiene a sus órdenes y que Greg Oden dé algunas pistas de por qué fue en su día un número 1 del Draft. En todo caso, en el paisaje en el Oeste resalta, muy por encima del resto de colores, el amarillo.
Amenaza desde Florida
Por tanto, y rechazando por completo aquel lema que campeaba por la Liga desde la retirada de Jordan cuando se afirmaba que la Final del Oeste suponía presenciar una Final anticipada, hoy en día las alternativas a esa más que posible dinastía Laker proceden del otro lado de los Estados Unidos. Heat, Celtics y Magic amenazan el glamour de Hollywood.
En Miami han apostado por otro fenómeno que también asola la Liga muy de vez en cuando, que no es otro que el de aglomerar varias estrellas en un mismo ‘roster’. Poco se puede añadir ya a todo lo escrito sobre el nuevo ‘Big Three’ de la NBA. La apuesta es a doble o nada, arriesgada donde las haya y no admite fracasos. Si Lebron, Wade y Bosh, semillas de una misma generación, consiguen administras generosidad y empatía, en Florida reside el principal candidato a destronar a los Lakers.
Aunque en el estado del retiro dorado surge como segunda, y seguro que aceptada de muy buena gana, opción Orlando. Despojados de la condición de máximos favoritos en el Este, por otra parte ganada a pulso tras su presencia en la Final de 2009, los Magic atesoran la virtud de equipo que sabe muy bien a lo que juega y, a diferencia de los Heat, llevan haciéndolo juntos varios años.
El presumible y, casi con toda probabilidad, último aspirante al título procede de Massachussets. Los Celtics, un año más viejos, intentarán, por cuarta vez, que ese mega proyecto que iniciaron de forma victoriosa en 2008 (a imagen y semejanza de los Heat actuales), no apure sus últimos coletazos. Pero la edad no perdona y ni siquiera un lastrado y demasiado curtido Shaquille O’Neal puede disimular desde el banquillo la veteranía de Allen, Garnett y Pierce, precisamente porque él es el fruto más maduro.
¿Será capaz alguno de estos tres invitados de honor de quebrar un equipo moldeado para el único objetivo del anillo? Todos ellos presentan argumentos de sobra para no caer en el empeño. Pero la última palabra, que ya anda medio escrita en letras de oro, la tienen en Los Angeles. Esa palabra es dinastía.
Carlos Balboa dixit